Cuando el mundo roncaba al unísono

No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche.
Khalil Gibran


Cuando tenia como ocho años y un metro y algo de altura, me ponía de puntitas de pie y miraba desde el piso once todas las lucecitas de la calle. Recuerdo una sensación hipnotizadora, que me duraba horas.
Observaba la noche, la oscuridad profunda del cielo nocturno y los corazones humanos.
Aun era una niña inocente, ingenua, pero mi mente pensaba, elaboraba y armaba como “teorías” acerca de variados temas. Mis pupilas se fijaban en el parpadeo de las luces de General Paz, en los autos bajando por Panamericana y en el suave meneo de los árboles tupidos de verano.
Siempre recuerdo un pensamiento que me quedo dando vueltas por años y que últimamente, no deja de resonar en mi interior. No se bien a que edad (uno nunca sabe cuando fue chico) pero sé que fue hace mucho yo solía pensar algo. Un pensamiento que ahora con veintitrés años, me genera ternura y nostalgia.
Cuando miraba por alguna ventana la noche, sus luces y la soledad de la luna altiva y brillante imaginaba que había un momento de la noche en que todas las personas dormían. Mi lógica era creer, que en un determinado horario (podría ser las cuatro de la madrugada) todas las personas estaban durmiendo. Mi ingenuidad infantil, no me dejaba entender, ni ver, la realidad de la noche.
Los misterios que las sombras ocultan, las personas que el viento acuna y los enamorados que la luna ilumina.
Recuerdo ahora, la emoción que sentía por estar despierta tan tarde pensando que era la única que permanecía despabilada mientras el resto dormía, colocándome en una posición de “madre” observadora, del todo.
Yo miraba las veredas vacías, muy pocos autos y el grito de silencio que la noche suscita habitualmente.
Sin duda, nadie podía estar despierto.

Después, claro, los años me enseñaron el resto. No existe en este planeta ningún momento, en ningún lugar, donde la totalidad de las personas estén durmiendo. Y desde que tome conciencia, de esta realidad, siempre tuve como un conteo interior de la cantidad de cosas que la gente hace de noche.
La gran suma de personas que tienen trabajos nocturnos, los vigilantes de seguridad, los cuidadores, las prostitutas, las guardias en hospitales y tantos más. Las florerías y las verdulerías nocturnas, 24 hrs., como las farmacias de turno. También están los enamorados que no duermen, porque prefieren hacer el amor toda la noche o mirarse a los ojos. Del otro lado, las peleas nocturnas, eternas y amargas, que suelen ocupar noches enteras en el corazón de cualquier mortal. Los amigos que se reúnen, comparten y a veces lloran. Los locutores de radios con programación nocturna, los astronautas. Los amantes del cine que se pasan noches enteras mirando películas y los amantes de los video juegos que se quedan sin pulgares. Los escritores compulsivos, los artistas que crean en la oscuridad, los estudiantes que toman café y estudian toda la noche, hacen una monografía o repiten un párrafo sin parar, antes del parcial de la mañana.
Las mujeres nostálgicas que se abrazan a la almohada y lloran hasta el amanecer, las fiestas interminables, la gente que vive en la calle y no duerme de noche, porque el frió le cala los huesos.
Algunos que salen a caminar de noche, a fumarse un cigarrillo o a mirar las pocas estrellas que la ciudad nos permite ver.
…y toda la tribu de seres nocturnos que amamos la noche en todos sus matices.

Tanta cantidad de gente vive de noche, por placer u obligación, son tantos. Y yo creyendo que roncábamos casi a la par del planeta Tierra. A veces necesito ser portadora de la ingenuidad que uno tiene cuando es niño. Todo parece tan maravilloso, posible y hermoso. Todo es tan simple, todos son tan altos y las nubes parecen algodones de azúcar, y creemos que sobre ellas duermen los angelitos.
Basta con escribirle a Papá Noel para que los regalos lleguen y emocionarse cuando los camellos se comían el pastito y el agua.
La eterna Magia de la inocencia. El asombro de la esencia.
Pero la noche existe y no es eterna, solo oscura.
Y la desilusión que nos produce enterarnos que Papá Noel y los Reyes Magos no existen, es perpendicular al salto del jardín a la primaria, la desilusión del primer novio, la realidad de lo que los padres son, el dolor del mundo, la perdida de seres queridos, un corazón roto, una copa de vino mitad vacía y la perpetua oscuridad de la noche que amenaza con la luna nueva, atacándonos directamente al corazón.
Y la Magia, a veces, se esfuma.
Nadie se come el pasto, nadie bebe el agua.
Se quiebra el cielo y se cae en tu espalda…y uno siente que el dolor es intrínseco al ser humano, y que cuando mas humano somos, mas sufrimos.
La oscuridad de la noche, despertarse, dormir.
Ya nadie…

N.P.S
15/08/08

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