El día que conocí a Dios

Y el deseo se hizo realidad.
Me subí al auto, cerré la puerta, ajuste el cinturón y el mundo quedo del otro lado.
El Mar me esperaba, con más espuma que nunca, sal dulce y olas salvajes.
La ruta me daba miedo, casi pánico. Algunos sueños e intuiciones me habían dejado un tanto preocupada. No podía estar del todo relajada y había algo en mi interior que me mantenía tensa y agitada como el Mar en luna llena.
Algo que no llegaba a dilucidar pero estaba presente.


Y entonces sucedió el milagro.
La presencia.
La energía.
Mire hacia mi derecha y el tiempo se congelo.
Sentí un abismo en el pecho.
Mucha luz en el Alma.
Y una sensación, que supongo, debe ser muy similar a la de volar.
Mis ojos se posaron sobre las nubes y el único pensamiento que me invadía constantemente era saber que ahí atrás, estaba Dios.
Esas mismas nubes que parecían pintadas, ese Sol brillante e increíble, esos rayos que penetraban la tierra e incluso yo misma, éramos Dios.
Nunca vi un cielo igual. Nunca.
En veinti tres años jamás vi algo parecido.
Me quede hipnotizada, pasmada de tanta perfección.
Y sé que no era solo un fenómeno climático acompañado por un estado de alegría ansiosa.
Era algo más.
(Vieron que uno se da cuenta cuando es “algo más”)
Era una señal.
Todo el tiempo sentía que las nubes iban a abrirse y vería a Dios.
No. No creo que Dios sea un hombre de barba blanca, sentado en un trono y rodeado de Ángeles…para nada. Creo que es una energía infinita y eterna, que no tiene sexo, ni tiempo, ni espacio, ni.
Pero de todas maneras, mi mente humana, finita y racional no podía perder de vista ese biombo de nubes como buscando algo detrás.
El estaba ahí, enteramente ahí.
Yo lo sentí y pase la mayor parte del viaje contemplando y perdiéndome en esas masas de gas.
Y así se me paso el viaje, sintiendo que “alguien” me tomaba de la mano.

Me relaje, me tranquilice y disfrute.
Llegue sana y salva a destino.
A mi destino, mi medio acuático, mi pasión.
El quince de febrero del dos mil ocho, a las cinco y veintiséis de la tarde, lo conocí.
Si, esa tarde conocí a Dios.

N.P.S
25/02/08

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