Realidades Incoloras


Ya me fatiga esta misión de rosa.

Un pasillo blanco e infinito me envuelve.
Lo suficientemente sucio, como para que cualquier mortal se vea tentado por la pálida y bella muerte, tan concurrida en este desalmado lugar.
Puertas, muchas puertas, muchisimas puertas. Ni siquiera llego a contarlas.
Algunas tienen ventanas, otras ni siquiera eso.
Pero lo más tétrico, es que algunas… tienen rejas.
Ellos jamás podrán salir. Y cuando digo jamás, lo digo enserio.
Pocas llaves.
Casi ninguna.
¡Gente, gente y más gente!
(Tan pocos seres humanos).
Los cuartos tienen nombre, supongo, que serán patologías. No me animo a preguntar.
La mirada de los “profesionales” se queda atornillada en mi garganta, casi como si pinchase.
De mi estomago nacen muchas dudas, y de mis pies, varias incertidumbres.
Soberbia, dice el primero y esta abarrotado de pacientes, probablemente crónicos.
Si, no cabe duda. La medicación es cada vez menos efectiva.
Egoísmo, declara el de enfrente.
(Mejor ni describir el panorama que se vive adentro, puede provocarle nauseas.)
Negación y evasión, juntos en una inmensa habitación.
No sabia si asomarme o no. Pero como no estoy a favor de alimentar las dudas, me puse de puntitas de pie y lentamente asome mis curiosas y exaltadas pupilas, por aquella ventana triangular.
El cuarto, esta pintado de negro. No de gris oscuro o de blanco sucio, sino de negro.
Puro.
(Mi atención, recibió un llamado. Opte por atenderlo)
Me anime entonces a tocar el hombro de un profesional, de edad avanzada, a pesar de sus vibraciones altamente nocivas.
- Disculpe…¿Por qué el cuarto esta pintado de este color?
Debo admitir, que su respuesta fue concisa y simpática. A lo mejor, lo prejuzgue.
Era un psiquiatra, llamado Raúl.
Me explico, que eligieron ese color para que los pacientes puedan evadirse mediante el no-color, que representa el negro.
El espacio
el infinito
la conexión con la nada misma.
El viaje sin retorno, dicen algunos. El no re-conocimiento de uno mismo y sus falencias.
Debo confesar que me quede un tanto pasmada. Si entendí bien, el medico esta aceptando, que alimentan su “patología”.
- Si – Me respondió mirándome fijamente a los ojos y palpándome el Alma.
- Tenes que entender que estos pacientes son crónicos. Debemos crear ambientes aptos, para que sigan siendo quienes son. Si estas personas, no se evaden de la realidad y no niegan, todo lo que niegan, probablemente no podrían seguir vivos.
Entre Raúl y yo, se produjo un silencio. No esos silencios que incomodan. Un silencio eterno, diez centímetros de distancia entre él y yo, que por un segundo fueron nulos.
Sin que yo le dijese nada, Raúl me entendía perfectamente. Tanto que me emocionaba.
Creo haber entendido su explicación…pero no dejo de preguntarme, porque la gente elije siempre lo cómodo…cuando puede elegir.
Lo demás viene solo, y te aplasta como el sol al Mar en cada atardecer.
Lo sé. Lo he visto. Lo he palpado.
Será por eso que me siento un tanto “rara”, si se me permite usar tal vocablo.
Me paraliza la cantidad de pacientes que hay por cuarto.
A pesar de la experiencia, del estudio y del secreto que poseo, no logro entender…no aun.
(Es demasiado pronto Señor, necesito más tiempo)
Este centro de Salud Mental, es como una especie de laberinto abismal, que huele a sangre oxidada, a retazos de sueños disueltos, a gente que quizo ser…y no pudo. ¡No pudo!
¿Comprenden lo terrible de la silaba “NO”?
O que prefirió, seguir mintiendose, porque el espejo nunca les responde.
Y nunca lo hará.
Y eso les encanta.
Sigo caminando. El pasillo parece eterno, nunca diviso el final.
(¿Acaso lo habrá? Ya no lo creo…)
Impotencia. ¡Eso es! Una terrible impotencia me ahoga las venas.
¡Como puede ser que la gente sea como es!
No lo comprendo, hace veintidós años, que no lo comprendo.
¿Estaré tan equivocada? ¿Cuál será mi cuarto entonces?
De golpe, un frió que sube por las vértebras mas afiladas, me paraliza.
Miro hacia mi izquierda, con un pánico que me congela las uñas…
Una puerta, si otra mas, que me invita a sumarme.
Me tapo los ojos, sé que no es ese mi destino. O eso creo, creer.
Miro hacia mi derecha…y ahí estaba la puerta.
Mi puerta.
Mi destino, pintado finamente con pestañas de algún poeta ya enterrado.
O con finos cabellos rubios de aquella estrella de Rock, que se entrego…porque no pudo.
En ese cuarto, estaban ellos.
Todos ellos. Parecía ser mi lugar… de una u otra manera, encajaba perfecto.
Parecían fantasmas que simulaban poseer colores, cuando en realidad, los otros ya se habían encargado de fumigar sus mentes, dejándolos secos e incoloros como viejos cadáveres marchitos.
¡No! No quiero, por favor, no quiero ser otro florero dentro del cuarto, no quiero ser otro libro carcomido por la humedad, no quiero que se marchite mi Alma, no quiero ser parte de esto, es una locura!
– Grite desesperadamente, con todas las fuerzas que aun, tenia de reserva.
Nunca supe, que fue de mí. Si entre, si no.
Nunca termine de entender, si estoy del lado de adentro o si estoy del lado de afuera.
Si soy la profesional, que huele a sahumerios y que mira con compasión y con pasión, a los pacientes del lado de adentro o soy aquella paciente que mira con odio y resentimiento a la profesional de afuera.
¿Cómo mantenerse sano en un medio enfermo? ¿Cómo?

¡Oh! La vida, zarpazo que desgarra.

N.P.S
11/07/07

* Alfonsina Storni



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