Destino Final

Cuando estés en el infierno, recuerda, que el diablo es el único que puede salvarte

Planta baja.
A mi derecha un ascensor.
A mi izquierda una escalera.
Busco opciones, pros y contras se enredan en mis neuronas
como se enredan en sus propias tripas las personas resentidas.
Tengo que hacerlo rápido, porque aquel tiempo inexistente, corre sin cesar.
Sin escrúpulos.
Sin perdón, ni consuelo.
El ascensor me demandara menos tiempo, es mas cómodo y con solo presionar un botón llegare a mi destino.
Y encima, tiene espejos. Espejos laberínticos donde me encuentro y me pierdo constantemente.
En cambio, será mas costoso subir las escaleras, también será mas lento y me demandara mucha más energía que estando inmóvil dentro de un ascensor.
El destino final, será el mismo. Pero la vida consta de eso, de elegir, siempre y cuando sea posible.
– Creo que una vida sin dolor, sin obstáculos y sin sufrimientos, no es una vida completa.
Si uno realmente no siente que esta vivo y no lucha por seguir estándolo…entonces, realmente no lo esta, aunque respire por inercia biológica o cósmica.
El tiempo se acorta.
El tiempo no perdona.
Y si la muerte nos deja tanta ventaja, es porque ella esta completamente segura
que tarde o temprano reposaremos en sus fríos brazos.
El dolor físico, el dolor psíquico y/o espiritual, nos hacen darnos cuenta.
¿De que?
De algo que a todos los seres humanos, nos cuesta muchísimo.
De ese algo intrínseco a toda la raza humana, de eso que es tan normal y cotidiano que a veces nos olvidamos…
Si, estoy hablando de la vida. De darnos cuenta que estamos vivos aquí y ahora.
De la vida que estadísticamente, es un milagro para todos y cada uno de nosotros.
Si sentimos, si sufrimos, si sangramos, si lloramos es porque efectivamente estamos vivos.
Y dicho así, parece bastante simple o básico pero créanme que no lo es para nada.
Comenzamos a morir en el mismo momento que nacemos.
A partir de allí la cuenta regresiva es imparable, no se puede detener de ninguna manera.
De todas maneras, no creo en la muerte como un final. Si creo que es el pase a otra vida, el cierre de un ciclo, el comienzo de otro diferente, pero vida al fin.
Porque muriendo se resucita a la vida eterna, decía el Maestro.
Pero sí podemos disfrutar intensamente de cada segundo de nuestras vidas, hablo de esta vida la conciente.
Apoyo fielmente la teoría de la reencarnación y aunque creo que tenemos muchas vidas, la vida sigue siendo una sola (y supongo que no hacen falta mas explicaciones, se entiende lo que quiero expresar). –

Elegir. Eso es lo que tengo que hacer.
Se me agota el oxigeno en mis venas, entonces me siento a meditar como voy a ascender hacia mi destino final.
¿Escalera o ascensor?
Es un gran dilema, aunque no lo parezca, si lo es Señores.
Me tienta la idea del ascensor…pero no logra vencerme.
No quiero tomar el camino más rápido y más cómodo. Prefiero llegar cansada pero con la certeza y el orgullo de saber que si llegue así es porque me esforcé y porque nunca deje de caminar.
No hay sensación mas grata que sentirse merecedor de algo y tener la conciencia limpia.
Si me encierro en el ascensor y mi vida se basa en apretar un botón, me perderé la increíble sensación de sentir la adrenalina corriendo por mis venas.
Si me aisló sola dentro de él, no conoceré las paredes que recubren las escaleras, ni los diferentes escalones, ni podré cruzar palabras o alientos con los otros seres que están seguramente también, recorriendo la misma escalera que yo.
Probablemente en cada piso haya un descanso ¡Y no hay nada como un buen descanso merecido!
Si, definitivamente emprenderé mi camino por las escaleras.
Aunque suba sola, una voz interna, me susurra que nunca lo estaré.
Si miro hacia atrás, observo muchos seres que como yo eligieron subir por las escaleras.
Si miro hacia arriba, por suerte también observo muchísimos seres más.
Lo único que me produce una tristeza abismal es observar los ascensores
abarrotados de seres…no debería ser así, no.
Si me canso demasiado tal vez o me aburra de las personas o a lo mejor algún día no las tolere más, entonces en ese momento si elija tomarme el ascensor.
Si lo elijo, lo haré solo para aislarme un poco de todo y de todos. Pero no seguiré mi ascenso dentro de él. Simplemente entrare y oprimiré el botón rojo que dice “parar” y allí me quedare hasta que todo lo oscuro que habite en mi, se desvanezca y pierda fuerza.
Me mirare al espejo e intentare reconocerme. Una vez que me encuentre y que me tranquilice, entonces abriré sus anchas puertas y saldré de nuevo a las escaleras, a la luz y al aire de las hermosas escaleras.
Con el paso de los años, que no existen, llegare a la terraza.
Entonces estaré más cerca de él.
Y como me encantan las paradojas, así como me refiero a él, también debo dirigirme a ella.
A la musa más antigua de todos los tiempos.
A la bella dama de blanco que a tantos seres ha tentado con su fragancia a jazmín.
A esa mujer que nos lleva a dormir por quien sabe cuanto tiempo.
Si, hablo de Dios y hablo de la Muerte.
En el destino final, ambos nos esperan.
Creo que ambos, son la misma energía.
La vida y la muerte son ciclos entrelazados.
No son un principio y un fin.
No son la luz y la oscuridad.
Son ciclos en continuo movimiento casi como una simbiosis frenética.
Son amantes incondicionales, son la gran pareja astral que empaña la noche de estrellas.
Estoy en la terraza. Llegue.
No puedo seguir escribiendo porque no me gusta la idea de pensar que mi destino esta tan determinado y estructurado. Y menos me gusta encerrar mi destino en estas pobres palabras.
Sé que ella va a venir a buscarme, como lo hace con todos.
No creo que intente evadirla ya que me produce una gran intriga conocer su blanca palidez, su belleza infernal, su aliento celestial.
Sin embargo, a lo mejor, no tenga ganas de recibirla en ese momento.
Si mi coraje me lo permite, intentare engañarla y cuando venga a buscarme encontrara un lugar vació.
Yo no estaré allí. Y tampoco habrá otro ser en mi lugar.
Y si no estoy es porque parada en el filo de la terraza, elegí mirar hacia abajo.
La abismal altura me produjo un vértigo líquido y espeso.
Era alto, demasiado alto pero el miedo ya no existía. Entonces me arroje.
Y volé.
Volé hasta abajo con la energía del ultimo aliento
Y con el omnipotente impulso de sentir que yo si, pude engañarla.
No se si a ella, o a mi, pero lo hice una vez más.


N.P.S
28/12/06

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