Crónica de un miércoles agitado

9:30 a.m. Apago el despertador.
(Acabo de decidir que hoy no hago la rutina del proyecto “Necesito ser Madonna” me duelen demasiado los brazos por tener a upa a un angelito rosa)


9:45 a.m. Apago el despertador.
(Decido dormitar quince minutos más y me reniego a volver a este mundo. Sueño con Alfredo Caseros)


10:00 a.m. Ahora si, no tengo más excusas.
Buen día, día y a levantarse despacio para no marearse.
Estoy sola y la voz de Andy Kusnetzoff en La Metro, retumba en el comedor, en esta mañana de miércoles calurosa.
Hoy cambio mi manzana de desayuno por un rico café con leche con melbas. Me visto de blanco y colores, saludo al perro, le doy de comer a los pecesillos y adiós hogar hasta las 22:30.Cruz Maldonado me acompaña en la eterna espera del 76, haciéndome cosquillas en el corazón “Ya no hay suficiente marihuana en mis bolsillos para calmar el dolor que me dejan tus cuchillos” yo canto y muevo los pies, a bordo del transporte publico. Sonrió cómplicemente acordándome de Virginia en el Ateneo parodiando en esta misma parte: “Policía, policía”.
Ring. Parada. Camino. Timbre. Ethel, que ya me es familiar, se asoma por la ventana y dice que espere. Me abre Betty, la empleada domestica: buenos días, “la nena esta durmiendo” me dice susurrando. Miro hacia abajo y ahí esta Valen, rosa y angelical, en su huevito con ranas. Frente de Artistas del borda, Arte, lucha y desmanicomializacion me acompañan. Pagina 165. No puedo creer todo lo que leí en dos días. Me sorprendo, me emociono y aprendo en cada renglón de estos profesionales brillantes y sobre todo, de los talleristas. Mala noticia, dice Ethel. Murió Carlos el guardia de acá en la esquina ¡Un sincope! No somos nada…se queja indignada y se va, con su trapito eterno en la mano.
Valentina abre los ojos. Es un mundo aparte.
Le brillan las pupilas, se le arquean las pestañas.
Me mira, se saca el chupete y sonríe.
¡No podes ser más hermosa!, le digo y la alzo dandole un beso.
Me abraza, se ríe suave y agudamente y me saca el collar de colores para jugar y chuparlo un rato.
Hora de la comida. Papa, zapallo y pollo. Mini pimer y Valentina ya abre la boca. Postre: Durazno y peras en almíbar. Valentina, sigue abriendo la boca y juega a escupirme, con unas carcajadas contagiosas que me hacen jugar con ella.
Llanto, gritos, nervios, gases, problemas intestinales típicos de la edad. Me abraza, me mira, me pide ayuda con sus ojos. Una hora de llanto, de lágrimas. Valentina esta violeta y se ahoga, me desespera. A la vez: suena el timbre, el teléfono, Betty no se donde se metió, Ethel se fue al velorio de Carlos, Valentina llora.
Creo que voy a enloquecer.
De a poco todo se calma, los señores que vienen a pintar la pileta, los llamados telefónicos y se acalla incluso el llanto de ella, pero solo para que sus pulmones vuelvan a recargarse. Otra vez la tormenta. Le cante todas las canciones que sé de niños, pero el dolor de ella es más fuerte y llora con una angustia incontenible. Los bebes tienen los pulmones mas grandes del mundo. Una manta en la cocina, un colador y una mandarina, logran distraerlas. Los dolores se disipan y se refriega los ojos, es hora de dormir. No me suelta, me abraza, me estira los brazos, una simbiosis terrible nos mantiene conectadas, en solo tres días el vinculo es enorme. Un llanto cortito, tres vueltas al comedor y “que linda manito que tengo yo” y Valen mueve su diminuta manito mientras cabecea en el cochecito. Se le cierran los ojos por inercia y por fin descansa en paz después de tanto sufrimiento. Me siento en el jardín, justamente a escribir esto.
¿Qué me deparara la tarde/noche de este miércoles agitado? (…)

(…) Disculpe Señor ¿Dónde para el 19? Rumbo desconocido. Facultad de Psicología, Hipólito Irigoyen. La escalera y el. ¿Y como te fue? Sonrisas cómplices, ñoños al cuadrado. Facultad de Psicología, Independencia. Piso, cumbia, melbas y alfajor bon o bon. ¿Alguien imprimió el trabajo? El desinterés de algunas caraduras, es la muerte.
Proyectivas, nervios, ansiedad: la nota. Un mágico e inesperado siete, anuncia el comienzo de mis vacaciones y el sol me derrite el lado derecho de la cara, en un aula infernal. Mensajes con amigos, felicitaciones y caritas felices. Leer los informes grupales, del cual me hice cargo yo sola. Pablo pregunta, Nadia responde, porque nadie más lo hace.
Nadia tiene bronca, impotencia, otra vez el peso de hacerse cargo. Angustia, quiere salir a llorar. Recreo. Le cuento a Pablo todo lo que paso. Pasillo, lucky y suena el celular. Él del otro lado de la línea, haciéndome el aguante con sus rulos despeinados. Devolución oral, de la cual por suerte, no me hacen cargo. Vuelta a casa, Once, 41, policía, asalto, quilombo. Argentina. Avenida Balbín. Taxi. Piso la madera del hall y Tomy me trae la pelota. Mamá me felicita, me abraza y acota “Te van a echar de la facultad por tener tan buenas notas”. La abuela me dice por teléfono que soy una genia y que voy a hacer la “mejor dotora” y un sin fin de idealizaciones absurdas y hermosas. Comida calentita o recalentada, el olor del hogar, la cama hecha. Internet, charlas amistosas, se hace tarde, tengo que ir a dormir, tengo un largo jueves cobarde por delante.
Cierro con esta frase que se me tatuó en la mente desde que la leí en el libro del frente de Artistas del Borda:

“Morirse es una costumbre que tiene la gente”
Jorge Luis Borges
Si, lo es.

N.P.S
19/11/08


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