Cuando marchitarse en nacer


…y entonces comienza a oírse el viento silbar en el aire.
Las hojas se balancean en un vaivén que acuna a los pájaros.
Las poleras, los guantes y las bufandas, inquietas, se despiertan en los placares.
Los pasos crujen en las calles bordadas de hojas amarillas y marrones.
Llego el otoño, el frío cala los huesos y enfría las narices.
Las manos no se sienten y el dedo gordo del pie se congela.
Las estufas se encienden, los saquitos de té se acumulan y el amor se acurruca bajo las frazadas.

El otoño, una estación con la cual nunca simpatice.
Después de la primavera, las flores y el verano ¿Quién quiere la fresca oscuridad del otoño?
Los días más cortos, las manos más frías, las calles más desiertas.
Siempre odie el frío, me inquieta, me irrita. Todo me parece rígido, casi congelado.
Las personas parecen estar compactadas dentro de capas de ropa, camufladas en toda esa lana que no deja ver sus almas, sus pieles, sus manos.
El afuera se diluye, se mueren las flores, todo parece triste, sin oxigeno, sin sol,
sin pasto mullido en el cual sentarse, ni mar calido en el cual sumergirse.
Observar como se van quedando los árboles sin hojas, pelados, marchitos,
siempre me produjo melancolía, y hasta quizá, cierta compasión.

Y hoy, cuando el otoño llego para quedarse, algo cambio en mí.
Caminaba mirando hacia abajo pisando una hoja tras otra
tras otra
y otras.
Repleto de hojas amarillas estaba Urquiza y entonces comencé a reflexionar.
Si todas estas hojas marchitas que cayeron de los árboles están muertas en el piso, este proceso esta hablando de dos cosas. Por un lado todas esas hojas fueron alguna vez verdes y hermosas. Todas ellas estaban llenas de vida y, como todo ciclo normal, llego la hora de la transición, de dejarles el lugar a otras, de marchitarse y caer. Y entonces, gracias a todas esas hojas que se desploman decorando el paisaje, es que va a haber lugar para miles de hojas nuevas que esperan nacer.
Nacer para ser verdes, brillantes y hermosas.
Para luego, cumplir un ciclo, ponerse amarillas, secarse y perecer.
De eso se trata la vida, el ciclo vital.
No podría existir la vida, sino existiese la muerte. Ambos ciclos forman parte de la misma cadena.
Están interligados, son interdependientes.
Uno prosigue al otro infinitamente, como una rueda que nunca deja de girar y que además, es inevitable.
Y después de toda esta reflexión existencial que elabore en dos cuadras, mira al cielo, sentí el sol brillar en mis ojos y pensé: la vida, la integridad, la comprensión de la existencia, la unidad.
Y me sentí feliz, porque ya no odio el frío, ni rechazo el otoño.
Ahora tal vez lo pienso como un ciclo inevitable, definitivamente necesario.
No descarto, no excluyo e intento comprender holisticamente todo, integrando la nada al todo.
Y entonces la existencia toma otras formas, otro sentido y otra energía que revitaliza.
Y cuando piso las hojas, sé que en unos meses más,
miles de hojas estarán poblando los árboles que ahora desnutridos abrazan el viento.
Así es la vida.
Uno deja raíces, enseñanzas, historias, huellas.
Porque cuando nosotros nos marchitemos, siempre habrá miles de millones de hojitas detrás nuestro esperando nacer para seguir así completando y complementando la cadena humana, la humanidad,
la existencia y la experiencia que significa vivir.
Todos los seres estamos interligados.
Todos transitamos diferentes estaciones en la vida, en esta experiencia terrenal y anónima.
Siempre es lindo y tranquilizador descubrir en estas pequeñas cotidianeidades,
lo eterno, lo que subyace, lo que sobrevive en el tiempo, en el espacio.
Ahora espero el invierno, porque sé que luego va a florecer la primavera.
Todo es tan necesario, porque todo se complementa y nada ni nadie existiría sin su opuesto.
Los períodos que se entrelazan.
Las etapas que se fusionan.
Las fases que se complementan.
La existencia como un conjunto de hechos que se ligan entre si
formando un todo de sentidos y sensaciones.

Hojas amarillas, solo una etapa del ciclo eterno.

N.P.S
02/05/08

Fotografía: Tomada por mi en el Jardín Botánico, abril 2008


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