Los hijos tambien educamos a los padres

Mucho tienen que hacer los padres
para compensar el hecho de tener hijos.
Friedrich Nietzsche


Deben ser pocos los padres que llegan a comprender que la educación es un proceso bidireccional y simétrico; y que muchas veces también los hijos educamos a los padres. No creo en las jerarquías entre las personas, no existes puestos superiores o inferiores en el juego de la vida, todos ocupamos el mismo casillero. No creo en los títulos, ni en las herencias, ni en los árboles genealógicos. Ante todo y primero que nada todos somos seres humanos aprendiendo, personas pasando por una experiencia única que es la vida, la vida hoy, acá y en la Tierra, nuestro tablero.
El ser padres no les otorga un poder especial sobre su descendencia, ni les compete un certificado de pertenencia hacia sus hijos. Los padres no son más que sus hijos por ser padres, ni tienen la verdad siempre, ni tienen todas las respuestas. Pueden tener, en ciertos casos, más experiencia o sabiduría pero eso no quiere decir que sean más que sus hijos o que tienen derecho a ocupar roles completamente asimétricos.
A veces da la impresión de que los padres se olvidan, o prefieren hacerlo, de que los hijos son producto de ellos. Todo niño tiene un determinado desarrollo, sobre dos rieles cruciales que son la maduración y el aprendizaje, del cual forma parte la educación. Y además de la escuela y otros ámbitos, la fundamental siempre será la paterna “lo que se mama en casa” es siempre la mas importante y la que mas impregnara la vida del futuro adulto. ¿Entonces como es la cuestión? Cuando los padres reprochan, demandan, no aceptan o no comprenden da la impresión de que se han olvidado que nosotros somos en parte, lo que ellos hicieron de nosotros. Muchas veces somos un reflejo o una proyección o justamente un opuesto, depende de cada persona. Pero paciera que de eso si se olvidan y que cuando uno trata de recordárselos, evaden o niegan cualquier “coincidencia” y proyectan culpas y extienden maniobras defensivas impecables. Otro fenómeno que me llama la atención, es este otro “olvido” que suelen tener los padres, sobre lo que significa ser hijos ¿Acaso ellos no lo han sido también? A veces pareciera que la amnesia paterna es selectiva y las excusas y justificaciones no parecen razonables cuando uno los encara de frente. Ellos creen que sus hijos les mandan la culpa a ellos por ser quienes son y el punto no es ese, si no darse cuenta también de lo que ellos son y de la responsabilidad que conlleva criar un hijo. En dos palabras: hacerse cargo, minimamente al menos.

Somos personas, todos somos personas, tanto los padres como los hijos. Y algunas veces los hijos también los sacudimos a tiempo, les abrimos los ojos y les apagamos el despertador porque es tan necesario, como cuando ustedes nos lo hacen a nosotros, sus hijos. Desde el momento que un hijo nace, e incluso antes, les esta enseñando a los padres, por eso pienso que la educación no es fija, ni asimétrica, ni unidireccional.
En mi opinión tener hijos no convierte a las personas en padres, así como tener padres no convierte a alguien en hijo. No creo en los conceptos y en las palabras vacías, si no en las personas y en lo que trasciende.
Al fin y al cabo, son nuestros padres los que nos han bajado a este mundo. Son ellos quienes nos han criado, educado e insertado en una determinada cultura. Si, pareciera clara esta cuestión de que les “debemos” mucho, pero no estoy de acuerdo con que eso signifique una deuda, ni que los hijos tengan que “devolverles” a los padres el haberle dado la vida. Creo que todo eso, pasa por otro lado más simple y cotidiano, en un ciclo de etapas que se retroalimentan, porque la vida es así. Sin embargo, los reproches y las demandas por las frustraciones que los hijos suelen producir a los padres generalmente son bastantes. Y es ahí, en ese punto donde esta latente “lo que les debemos”, como esa carga inconciente de que son nuestros padres y entonces estamos como “sometidos”, como en deuda por todo eso que ellos hicieron con nosotros. ¡Gracias pero yo no pedí venir al mundo! Y además se supone que es lo que un padre debe hacer por su hijo, porque es algo “innato” en la raza humana. Lo que sucede en algunos casos, es que las formas en que nosotros devolvemos ese afecto y todas las raíces y las alas que nos dieron, a ellos no los conforma, nunca les alcanza. Parecen insaciables cuando las cosas no son como ellos quieren que sean. Y es ahí donde comienza a girar el círculo sin fin (o al menos yo aun no logre encontrarle el final). Por eso las familias muchísimas veces son la cuna de las patologías, no me cabe ninguna duda. Cuando pienso en este conjunto padres-hijos me es inevitable, a mi domesticada mente y a mi ineludible ojo clínico, pensar en Freud cuando hablo de ellos. Se me llena la sangre de palabras, proyección, narcisismo parental, complejo de Edipo, castración, apego y un sin fin de teorías que parecen increíbles y que con el correr del tiempo la vida te pone enfrente, evidenciando su existencia.
Nadie nace sabiendo e incluso algunos se mueren sin saber.
Nadie nace sabiendo como se es un buen hijo y esos hijos que luego serán futuros padres, tampoco vienen al mundo sabiendo serlo. Es la ley de la vida, la transmisión sanguínea, los vínculos represivos, la famosa y conflictiva institución familiar.
Y cuando uno se mira al espejo se parece tanto a esos padres, que se odia.
Y en las cosas cotidianas, y hasta lo mas profundo, uno se parece tanto a sus padres que sonríe, con un aura tranquilizadora, como teniendo la certeza a flor de piel de que esas figuras están internalizadas adentro de uno. Es una mezcla rara lo que produce encontrar a nuestros padres en nosotros. Por un lado uno se siente orgulloso por eso que heredo y ama. Por otro lado se sufre una gran impotencia cuando registramos internamente y en comportamientos cotidianos, confluencias con nuestros padres, con lo malo de ellos, con sus fantasmas y sus partes oscuras. Pero eso somos, el fruto de dos personas que decidieron, o no, tener un hijo, traer alguien al mundo.
Definitivamente hay algo que nos iguala mundialmente: todos somos hijos, absolutamente todo ser humano es hijo. No hay manera de escapar a esa condición. Y creo a esta altura, no hay manera tampoco de huir de la ambivalencia que los padres nos producen. Y supongo que sin embargo, eso es lo más sano, amar y odiar siendo tan conciente de una, como de la otra.



N.P.S
07/10/08

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