El Reloj

- Mi error, fue vestir de gris, al príncipe azul -
Dijo ella, y se retiro. Tal vez, para siempre.
El portazo sono como un signo de interrogación.
La puerta entreabierta de su cuarto, en penumbras, mostraba un cuadro, ya conocido.
Unos cuantos libros de psicología, una vieja bufanda gris y una mezcla un tanto nauseabunda, de sahumerios y cigarrillos baratos.
Y detrás de todo eso, su mundo, tan suyo, tan solitario.
(Pero tan narcótico y adictivo).
Intente traspasar ese umbral, conglomeración del cielo y de la tierra, de la luz y la oscuridad. Me fue difícil, pero no me di por vencido.
Soy un guerrero, me dije. Tratando de autoconvencerme.
Por fin, logre entrar y pude vislumbrar a aquella pequeña niña.
Acostada en posición fetal, abrazada a si misma.
¡Dios Mío! ¡Que imagen más tierna y cruel!
De pronto, mi espíritu se inundo, de aquella fragancia volátil que la caracterizaba.
Allí estaba ella, con toda su intensidad, con toda su energía, con todo aquello que sabia. Sin embargo, aun no podía encontrar el punto ínterdimensional de la mente humana. Ese punto, efímero, tras el que corría, ese punto que todos tenemos y que ella, sabe rozar.
Y a veces lastima (y como duele).
Pero, por suerte, tantas otras, bendice.
Es tan intensa, pasionaria e impulsiva, que a veces no sabe las cosas que hace, hasta que Dios no se las muestra. Y ella, a pesar de todo, tiene el tupé de no creerle.
En esa milésima de segundo, que me llevo transcribir todo esto que escribo, ella abrió los ojos.
Me miro.
Me observo.
Me scanneo.
Otra tradicional actitud de ella, que no muchos conocen.
Cuando nuestras miradas, estaban por cruzarse, entonces, los cerro.
Esa típica manía, de seducir, encantar y luego, abandonar. Sin embargo, yo la aceptaba tal cual era. Y eso me preocupaba, un tanto, capaz.
Decidí acostarme a su lado, esperando un abrazo o al menos alguna palabra.

Silencio.

La tierra seguía girando, nunca nos pregunto si necesitábamos otra cosa.
Pero, por suerte, los relojes se percataron y fue entonces cuando el minuto se hizo eterno. Y en la eternidad, todo pierde sentido. Las representaciones cosas, ya no se unen a las representaciones palabras y entonces no hay conciencia. No hay palabra que simbolice algo, no hay lengua, no hay comunicación verbal.
¿Qué bendición más grande podía sucedernos?
Nuestras almas, en el éter, querían abrazarse. Lo sé.
Pero ella, seguía en la misma posición. ¡Que difícil es su mundo!
(¿Qué tesoros escondería? ¿Qué misterios? ¿Qué tragedias?).
Por momentos, sentí compasión. En otros, envidia. No podía evitarlo.
La ansiedad me erizaba las pestañas, la necesidad de sentir su calor sobre mi piel, era tan urgente, que decidí tomar distancia.

Entonces, me pare. Equipo de audio. Cd. “Tosca Tango Orchestra” y play.

Volví a acostarme. Eso fue todo, todo lo que ella necesitaba.
Y por desgracia, yo lo sabia.
Opus 9 se escuchaba, como trasfondo de esta trágica escena, casi mágica.
En aquel momento, el tiempo y el espacio se habían desvanecido. Solo se escucha, una melodía bastante extraña, caer por sus mejillas.
Intente probarlas, con un poco de miedo. Y eran saladas.
A pesar de ello, guardaban el sabor amargo de la despedida.
Ese sabor de la angustia, que se siente en el pecho, y que sale por las manos.
Entonces ocurrió, el momento tan deseado.
Le hable. Tome su rostro y ella paso su nocturno dedo por mis labios.
Yo podía sentir, el latir de su corazón, en todo mi aliento.
Pronuncie, unas palabras, simples palabras, que decían algo así :
- Al respirar exhala la preciosa nostalgia que me envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en
reina del reverso del cielo. *
Sus ojos, se iluminaron. Su mano, presiono con firmeza mi cuello y me acerco lentamente hacia ella. Mas tarde, entrelazo, sus piernas, con las mías.
Pero entonces, tenia que pasar.
¡El reloj! El maldito reloj antiguo, comenzó a girar otra vez, y todo era como una película en cámara rápida. Atine a buscar el control remoto, pero ya era tarde.
Cuando abrí los ojos, estaba otra vez, del lado de afuera.
Mirando fijamente su puerta, con imágenes un tanto raras, que no lograba entender, no todavía. Tenia miedo. Un escalofrió intenso recorrió mis entrañas.
Entonces, decidí cerrar esa sagrada puerta, que me llevaría, efectivamente a otro mundo, para el cual yo no estaba aun preparado.
En ese momento, el reloj se detuvo nuevamente, anunciándome la fugaz oportunidad.
Aquella, que no tome por cobarde. Aquellas cosas que uno se niega, por miedo a ser feliz.
Me marche. Lejos y nunca mas volví.
No puedo negar que la extraño tanto, que me gustaría sacarla de mis sueños, para poder abrazarla. Tal vez, pensé para conformarme, que ella era mucho para mí. O quizás, yo era mucho para ella.
Y allí, en ese mismo cuarto, yacía esa niña. Esa mujer de cintura siniestra, de ojos de arco iris, de poeta confusa, de sangre infectada, de hada medieval. Esperando, que tal vez alguien, le dé cuerda a su reloj.
Pero ella sabe, que hace tiempo, escondió sus pilas, debajo de su almohada. Para que nunca nadie, las pueda encontrar.

Nunca nadie.
Encontrar.

…………………………………………………………………………Degradada
……………………………………………………………………Desvalorada
…………………………………………………………………Destilada
……………………………………………………………..Contaminada
……………………………………………………….…Velada
………………………………………………………Escurrida
…………………………………………………..Disminuida.
………………………………………………Rebajada.
…………………………………………Corrompida.
…………………………………. Desvirgada.


N.P.S
10/05/06


* Extracto del poema “Esa es tu pena” de Olga Orozco.

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