Gente disfrazada de Gente disfrazada de Gente

Para muchos la vida es un carnaval. Sobre todo, para aquellos, que viven ocultándose detrás de sucias mascaras y falsas caretas incapaces de disimular su mediocridad. Este era el caso de Juan Pérez, un hombre tan vulgar y tosco, como cualquiera de ustedes.
Él estaba buscando algo artificial y descarado, como la gente misma. Pero era tan individualista y cerrado, que no podía ver más allá. Aun así, afortunadamente, un día como cualquier otro, Juan busco y encontró.
Juan: Hola. ¿Disfraces de hipócrita, vende?
Vendedora: Están agotados. Son los que más se venden.
Juan: No tendrá, por causalidad ¿Algo que quizás pueda reemplazarlo?
Vendedora: Tengo muchas otras baratijas ordinarias en el deposito. Pero le aseguro, que son tan insignificantes, como el disfraz de hipócrita. ¡O mas aun!
Juan: Quiero verlas de todos modos. (Exclamo con una pedantería ficticia y ególatra)
Vendedora: (con varios disfraces) Estos son los que he encontrado Juan. Son los más pedidos, siempre han existido. Son tan viejos, como la humanidad misma. Mi estrategia, es guardarlos, para así poder vendérselos al mejor postor.
Juan: Que descarado de tu parte. Bien. ¿Me podrías explicar de que se trata este traje gris?.
Vendedora: Este, es el traje de la estupidez y la ignorancia. Mucha gente lo compra, es el más barato. Mucha gente, pero ningún ser humano hasta ahora. Igualmente, supongo que por tus características, tú eres gente. Lo percibo en tu cínica, vacía e insignificante mirada.
Juan: (sorprendido) ¿Gente? ¿Yo?. ¡Simplemente, estoy disimulando serlo!. Creo que he practicado lo suficiente, como para engañarte, mira lo bien que me sale. ¡Siempre soy el mejor, en todo lo que hago!.
Vendedora: Tu egocentrismo y tu narcisismo, han mejorado de una manera increíble. ¿Por que mejor no te pruebas el traje del la rutina, la incapacidad y el descaro? Creo que te vendrá, como anillo al dedo.
Juan: No logra convencerme. Tal vez, lleve el traje más barato y ordinario. Nadie notara eso, mis estrategias son impecables, casi parecen reales. Ya no importa que traje voy a llevar.
Vendedora: Como vos quieras Juan. Teje tu destino, como a vos más te guste. Pero recuerda, que siempre vas a cruzarte con algún ser humano, al que no vas a poder engañar tan fácilmente.
Juan, salio lo bastante satisfecho del local, como para caminar erguido. Las palabras de la vendedora, entraron por su tímpano derecho para fugarse por el izquierdo, tan rápido como se rompe un corazón. Juan camino y camino. Llego hasta la puerta del zoológico, y algo llamo su atención. Eran los caballos y los ponys que se encontraban allí.
Juan: Ya sé, lo tengo, eso es justo lo que necesitaba. (Exclamo con una asquerosa alegría).
Fue entonces, cuando Juan le compro al dueño de estos sabios animales, un ornamento que es parte de ellos. Compro todos los que había. Y lo mas trágico, es que todos, eran pocos.
La gente que por allí pasaba, por obra y magia del destino, comenzó a imitarlo. Por que eso hace la gente, se copia, imita. Todos nacen originales, y mueren copias. Una lastima.
Cuando quise levantarme del cordón, comencé a darme cuenta que todos a mi alrededor llevaban puesto, eso que le habían comprado al dueño de los caballos.
Toda la gente que me rodeaba, tenia puesta esa especie de visera que se le coloca a los caballos para que no miren a los costados.
Sentí un abismo en mi alma…nauseas y una mezcla de certeza, con desesperación.
Decidí, solo por que pasión es misión, fusionarme con la masa intentando escuchar que opinaban de aquella nueva moda, que yo aun no lograba entender (Y creo que nunca lo haré). Todos parecían felices, todos miraban para adelante y solo se ocupaban de ellos mismos. No importaba si la persona de al lado sufría, estaba triste o estaba feliz. Ellos decidieron no ver, y digo que “decidieron” hacerlo por que ellos compraron las vísceras. Nadie se las regalo, pero Juan los tentó y ellos, lo siguieron. Y la gente, como ya dije, fotocopia las conductas de quien tiene al lado.
En medio de ese infierno, me sentí ahogada en un mar de soledad. Comencé a correr, sin rumbo ni destino, como siempre cuando huyo de estos estados. Buscaba en las miradas ajenas, algún ser humano. Pero todos tenían puesta sus vísceras. Y lo mas triste, es darme cuenta, que yo también puedo pedirle a Juan que me venda una y así sanar esta agonía. Pero no me sale, no me nace, no es lo mío. No quiero convertirme por el resto de mis días en eso tan horrible que es la gente.
No tengo ganas de ser como los demás. No es mi papel, ni mi rol, no es mi misión.
Y aunque sufriendo viva, esto soy yo. A pesar de todo, soy más feliz de lo que aparento, porque sé que la vida es un boomerang y por eso, puedo dormir tranquila.
Que Dios les de, el doble de lo que me desean.
Amen.
De ámense.


Palabra utópica, si las hay.
N.P.S
19/06/06

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